“Tenemos que ser como los gansos del género Anser”, proclamó Hansi Flick. Su audiencia, la selección alemana de fútbol en vísperas de debutar en el Mundial de Qatar, en noviembre pasado, lo contempló con una mezcla de perplejidad y sentido del deber. Quedó registrado en el documental que Amazon emitió hace unos días para sorpresa de los hinchas alemanes, proclives a líderes más expresionistas que naturistas.
Flick a duras penas acababa las frases. Pero su analogía tenía sentido biomecánico. Los corpulentos gansos Anser llegan a pesar más de cuatro kilos pero vuelan a lo largo de miles de kilómetros por toda Eurasia gracias a su conocimiento empírico de la física de fluidos. Las bandadas combaten la resistencia del aire con formaciones rotatorias en V que generan vórtices de energía eólica. Donde no llega la fuerza de los individuos, los empuja el viento que produce la comunidad organizada en ciclos de relevos. El seleccionador nacional apeló al sentido colectivo para luchar contra la fuerza de la gravedad: convertir a la Alemania con menos talento individual del siglo en un equipo dinámico y atacante. No lo logró.
Alemania se estrelló en su partido inaugural, en Doha contra Japón (2-1), y cerró el círculo diez meses después, este sábado, goleada, otra vez por Japón (1-4) en Wolfsburgo.
El público entusiasta de empleados de la Volkswagen tardó un cuarto de hora en comenzar a pitar. El tiempo que le llevó descubrir que los japoneses, caminando, eran capaces de anular la salida del balón de los alemanes. Bastó una presión de bajo ritmo sobre Gündogan, Kimmich y Can para que Süle y Rüdiger tuviera que hacerse cargo del primer pase de forma repetitiva y tosca. Primero, repliegue, después balón largo, y finalmente dominio japonés. Así, durante 90 minutos. Para escarnio de Marc-André ter Stegen, el portero del Barça, de 31 años, que gracias a la baja de Manuel Neuer, por primera vez dice que se siente titular de la selección. “Sí”, declaró la semana pasada; “soy el número uno en este momento, he esperado mucho tiempo a que llegara y creo que puedo aprovecharlo”.
Los cuatro goles japoneses en el currículo de Ter Stegen pusieron otro eslabón tétrico a la cadena de sopapos que registra Alemania desde que acabó el Mundial y disputaron un amistoso con victoria ante Perú. Lo que sucedió carece de antecedentes: 2-3 ante Bélgica; 3-3 con Ucrania; 1-0 ante Polonia; 0-2 contra Colombia, y 1-4 ante Japón.
Interrogados por las razones de esta embarazosa racha, Kimmich, Gündogan y Müller, los tres líderes espirituales del equipo, llegaron a la misma conclusión tras el partido: “Nos falta calidad”
“Lo estamos haciendo bien y creo que sigo siendo el entrenador indicado”, reflexionó Flick, que públicamente siempre se ha manifestado optimista respecto a la abundancia de futbolistas cualificados a su disposición. “Hay que cambiar las estructuras”, indicó, a modo de diagnóstico. Resultó inquietante. Si las estructuras deportivas de la federación han sido definidas por alguien, ese ha sido Flick, que fue director de la DFB durante años antes de ganar el sextete con el Bayern en la temporada de la pandemia.
Ahora la federación más exitosa y rica de la historia del fútbol europeo se plantea si aquellos triunfos obedecieron a circunstancias excepcionales más que a una competencia excepcional. Los dirigentes de la DFB pretenden la destitución fulminante de Flick, que cobra seis millones de euros brutos anuales, el salario de seleccionador nacional más elevado que existe. La directiva baraja tres nombres para sustituirlo: Jürgen Klopp, Julian Nagelsmann y Oliver Glasner. Todos presentan inconvenientes. Klopp, contactado desde hace meses, alega un compromiso con el Liverpool; Nagelsmann tiene contrato en vigor con el Bayern y se impone negociar una rescisión; y Glasner es austríaco de nacimiento.
La toma de decisiones en la DFB se retrasa bajo la losa de una crisis profunda. El presidente, Bernd Neuendorf, es un funcionario del Partido Social Demócrata que reconoce que no entiende nada de fútbol y prefiere pasar la bola. Su receptor es el director deportivo interino, Rudi Völler, famoso por evitar conflictos a costa de dilatar los tiempos de acción, cosa difícil de conciliar con el calendario. El martes que viene la Mannschaft recibe a Francia en el viejo Wesftalenstadion. Las entradas para asistir al campo más grande de Alemania siguen sin agotarse en medio de la desafección popular.
Falta menos de un año para que comience la Eurocopa de Alemania y el equipo del país anfitrión no para de tropezar.
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