Hoy más que nunca, los niños tienen acceso a dispositivos móviles, redes sociales, videojuegos en línea y plataformas de video desde edades muy tempranas. Aunque la tecnología abre muchas puertas para el aprendizaje y la comunicación, también expone a los menores a riesgos que deben ser gestionados con cuidado. La educación digital, el acompañamiento y el establecimiento de límites claros son esenciales para garantizar un entorno seguro.
Uno de los pasos fundamentales para resguardar a los jóvenes en Internet es incentivar una comunicación franca sobre los peligros existentes. Dialogar de manera continua y acorde a su nivel de comprensión sobre las amenazas en la red —como las cuentas ficticias, estafas, hostigamiento o material no apto— contribuye a que los chicos se sientan tranquilos de acudir a un mayor si algo les molesta. Establecer normas definidas respecto al uso de la tecnología en el hogar refuerza este respaldo.
El empleo de controles parentales constituye una medida significativa. Actualmente, tanto los dispositivos como las plataformas cuentan con herramientas que posibilitan filtrar contenidos, restringir el tiempo de conexión y supervisar la actividad digital. Estos controles no reemplazan la comunicación continua, pero sirven como un soporte adicional para orientar la experiencia en línea de los niños.
Supervisar de forma activa la actividad digital de los menores es fundamental. Esto implica estar atentos a qué aplicaciones utilizan, qué videos consumen y con quiénes interactúan en redes sociales o videojuegos. Es crucial revisar las configuraciones de privacidad de todas las plataformas y mantener el acceso restringido únicamente a personas conocidas y de confianza.
El resguardo de los datos personales también debería inculcarse desde la niñez. Los menores necesitan entender que detalles como su nombre completo, dirección, número de teléfono o el nombre de su institución escolar no deben divulgarse en internet. Asimismo, es importante que aprendan a reconocer enlaces dudosos y a no aceptar peticiones de personas que no conocen.
Asignar momentos y áreas sin tecnología es también esencial. Reducir el periodo de utilización de aparatos, especialmente antes de acostarse o mientras se come, estimula un crecimiento saludable y balanceado. Delimitar secciones del hogar donde la tecnología no esté permitida beneficia el fortalecimiento de lazos familiares y promueve otras actividades como leer, jugar o practicar deportes.
Finalmente, los adultos deben mantenerse informados sobre los avances tecnológicos y las nuevas amenazas digitales. Actualizar los dispositivos con regularidad, instalar antivirus confiables y comprender las dinámicas de las plataformas que utilizan los niños es clave para anticiparse a posibles riesgos.
La seguridad infantil en la red no se trata de restringir, sino de guiar, instruir y ofrecer recursos para que los jóvenes sepan navegar de manera segura, responsable y con conciencia. A través de la información, la comunicación y las restricciones adecuadas, se puede convertir el mundo digital en un entorno de aprendizaje y crecimiento positivo para ellos.