Hay ciclistas que tienen metido en el cuerpo el gen de la valentía, pero eso no quiere decir que siempre tengan el cuerpo para ser valientes. A Mathieu Van der Poel se le supone ese ADN de pura osadía, él que va coleccionando monumentos y victorias, siempre da la cara y hace que las miradas se posen en él. También las cámaras de televisión las fijas, las de las motos, las del helicóptero, las de los drones, pero en la ruta de la cerveza en la Amstel Gold Race era difícil encontrarlo, escondido, a pesar del jersey arcoíris, blanco impoluto, con las franjas horizontales de colores, que brilla como el sol, y que era el más buscado por sus compatriotas. “Es el único con instinto asesino”, dice Thevenet, el antiguo campeón francés. Y no le falta algo de razón.
Corría en casa esta vez, pero fue el delantero que se esconde en campo contrario cuando el rival aprieta, el expedicionario al Ártico que se refugia en la tienda de campaña cuando sopla la ventisca. No estaba fino el ciclista neerlandés. Solo destacó en los kilómetros finales cuando esquivó un bidón que había rebotado en un talud de hierba y amenazaba con provocar un estropicio en el pelotón.
Rogaba Van der Poel en la víspera, diez días más de marcha a su cuerpo, para poder brillar en el tríptico de las Ardenas después de arrasar en Flandes, pero el cuerpo no responde siempre a impulsos de la voluntad. Las fuerzas llegan donde llegan, y aunque las suyas le dan para mantenerse delante casi siempre, los 250 kilómetros hasta Valkenburg, pero no para disputar el triunfo.
La sombra de Van der Poel siempre amenaza, pese a todo, así que nadie se fio hasta los últimos kilómetros, cuando seguía allí, sin destacar en el pelotón, después de que a 35 kilómetros de la meta comenzaran los movimientos en cabeza con Pidcock, Hirschi, Vansevenant y Benoot como catalizadores, y Pello Bilbao ilustrando los descensos con sus trazadas de delineante. También estaba Roger Adriá entre los más fuertes. Fue un grupo de 12 que se formó en Eyserbosweg. La diferencia entre la cabeza y los que acompañaban a Van der Poel se estancó en 40 segundos, y fluctuó arriba y abajo, pero sin cambios sustanciales.
Pidcock, que fue segundo en 2021, quería llegar solo a la meta y atacó en el Bemelerberg. Allí se deshizo el pelotón de cabeza. El británico no consiguió su objetivo, pero seleccionó a sus acompañantes. Era el más fuerte y se impuso en la meta, pese a sus dudas. “Me dolía mucho el hombro porque no podía sujetaer el manillar bien, por lo que no tenía tanta confianza para un esprint, pero así es como iba a terminar”. Bilbao fue noveno y Van der Poel entró segundos después, sin opción alguna a la victoria. “Esperábamos mucho más de Mathieu”, confesaba Michal Kwiatkowski, compañero de equipo de Pidcock, pero no se fía. “Supongo que sus ojos están puestos en Lieja”.
En la carrera femenina venció la holandesa Marianne Vos, después de que Lorena Wiebes, que esprintaba en cabeza, levantara los brazos antes de tiempo. Se metió un grupo reducido para jugarse la victoria en la meta, y Wiebes, cogió ventaja, pero se tomó demasiadas confianzas, dejó de pedalear, levantó los brazos, y casi sobre la línea, Vos le arrebató el triunfo.
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