Carlos Sainz ha ganado este viernes su cuarto Rally Dakar a los 61 años, batiendo por segunda vez su propio récord de veteranía en la prueba y ampliando más si cabe su currículum de auténtica leyenda. Su inapelable victoria en la 46ª edición, la quinta disputada en Arabia Saudí, encumbra además el innovador proyecto de Audi, capaz de convertir en ganador un prototipo híbrido en tan solo tres años, un hito nada desdeñable. El piloto español es ya el tercero con más triunfos en coche, empatando el registro de Ari Vatanen y superando a los franceses René Metge y Pierre Lartigue.
Después de ver cómo Sébastien Loeb, su principal rival este 2024, sucumbía en la penúltima etapa por una avería mecánica, el piloto español tan solo necesitaba llevar su coche hasta la línea de meta situada en Yanbu, a orillas del mar Rojo, después de casi 8.000 kilómetros de recorrido. Lo hizo con contención y frialdad, sin pisar a fondo ni dejarse llevar demasiado, simplemente asegurándose el tiro y haciendo uso de su abultada experiencia. Con una cuarta posición, culminó un triunfo sin victorias de etapa que le permite levantar el cuarto Touareg con su cuarta marca distinta. En sus anteriores alirones, con Volkswagen (2010), Peugeot (2018) y Mini (2020), la única constante fue Lucas Cruz, barcelonés de 49 años que ha ejercido como su copiloto en 12 de sus 17 participaciones y le ha acompañado una vez más en la navegación hacia el nuevo título.
Sainz empezó el rally mosqueado al errar en la estrategia durante el prólogo, pero fue precisamente su juego táctico el que a la postre le terminó dando la mejor mano para controlar la prueba y forzar los errores de sus rivales. Su apuesta en la jornada anterior a la etapa maratón de 48 horas, donde perdió el tiempo justo y preciso para salir por detrás de sus rivales en el desierto de Rub Al Khali, le dejó con las cartas adecuadas para dedicarse a gestionar su ventaja al frente de la clasificación a partir de la segunda semana. Mientras tanto, iban cayendo, uno tras otro, el resto de favoritos. Nasser Al-Attiyah se perdió en las dunas y terminó tan harto del Prodrive de BRX que se dio a la fuga y fastidió el plan B de Sébastien Loeb, el único que aguantó a tiro y presionando hasta la penúltima etapa.
Las ruedas amigas, especialmente con la trampa de los pinchazos fastidiando a diestro y siniestro, salvaron a Sainz y condenaron finalmente al nueve veces campeón del mundo de rallies. Una piedra, como ya le pasó en 2023, dejó huérfano de Dakar al piloto que ha conseguido más podios (5) sin ganar la carrera. El madrileño salvó los muebles en los peores días gracias a la colaboración de Stéphane Peterhansel y Mattias Ekström, que se dedicaron a escoltarle una vez se quedaron sin opciones de ganar la prueba. Aunque la gloria suele ser para uno, el ‘rally de rallies’ sigue siendo un deporte de equipo.
La fallida de sus principales adversarios dio vía libre al español para gestionar con mimo la carrera, en especial la temida undécima etapa. Solo quedaba entrar el coche en la meta final a orillas del mar Rojo, y así lo hizo este viernes, espantando los fantasmas del pasado que él mismo tiene muy presentes en días tan señalados. Tanta experiencia acumulada, y una velocidad innata y aparentemente inmune al paso del tiempo, convierten a Sainz en un piloto incombustible, capaz de seguir al pie del cañón hasta que él quiera. Aunque Audi abandona el Dakar por todo lo alto para centrar sus esfuerzos en la Fórmula 1, no le faltan ofertas al ‘Matador’ para seguir peleando por más títulos con una nueva marca. En Ford ya le esperan con los brazos abiertos, aunque él todavía no ha dado pistas claras sobre su futuro.
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